13 de marzo de 2012

El Asalto y Esto huele mal


Si este escritor no tomó ritalín por lo menos se la fumó verde, pero lo cierto es que una buena dosis de odio, ironía, venganza, falsedad, persecución y  un listado de muchas palabras puede ser suficiente para escribir como Reinaldo Arenas.  

El Asalto escrito en primera persona, narra el odio que el autor profesa por su progenitora, simboliza nada menos el poder que tiene  el régimen  y cómo ejerce en la vida de cada individuo que  lucha por sobrevivir como lo hizo Arenas, sobrevivir a la discriminación  por ser homosexual, por ir en contra del régimen, por ser artista. El homosexualismo aparece en planos invisibles pero toma fuerza dentro del lenguaje narrativo y figurativo que utiliza, imágenes fantásticas, monstruosas, crueles, ficción mezclada con realidad.

Nadie puede mirar la entrepierna, la zona prohibida porque es mandado a aniquilar al sujeto…


Sin uñas, sin ojos, sin cabellos, sin sexo, sin piel, quién rayos puede diferenciar si se trata de una rata grande o chica, de una mujer, un muchacho un cerdo. La varilla larga entra y sale por todos los huecos, palpa, salta, busca un sitio.

La repetición de palabras y conceptos en un mismo párrafo  abruma al lector pero fue a propósito, es una de las tantas técnicas que utiliza para burlarse de Castro quien en sus discursos  hacía repeticiones inútiles expresando una idea varias veces en una frase.

Arenas fue un luchador. Nunca libre, siempre prisionero y en su obra deja ver el odio al mundo.


Una mentirita blanca comienza a hilar otra y otra, hasta tejer una tan grande que toca fondo, en ese momento el nudo de las mentiras se desenrolla para dar paso a la verdad. Una verdad que viven millones de seres en el mundo. Una lucha por sostener algo concreto pero se va filtrando entre los dedos hasta desaparecer. Narración sencilla, fácil comprensión (como me gusta a mí, nada complicado) a medida que la psicología del personaje va tomando forma, el lector quiere seguir leyendo por lo menos para saber qué va a pasar. La novela adquiere variables como cualquier algoritmo, son predecibles pero siguen enganchando al lector. Pensé que iba a terminar como novela rosa donde los protagonistas se abrazan, se besan comen perdices pero no, a lo mejor yo quería eso, sin embargo el cierre deja abierto infinidad de variables según la necesidad del lector.

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